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En el Evangelio de Mateo 19:24, Jesús pronuncia una parábola que ha desconcertado a muchos a lo largo de los siglos. La famosa analogía de que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios ha sido objeto de diversas interpretaciones.

A menudo se asume que Jesús se refería a una aguja de coser, lo que hace que la enseñanza parezca aún más desafiante. Sin embargo, una mirada más profunda revela un significado que trasciende la interpretación superficial.

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Contrario a la creencia popular, la «aguja» a la que Jesús alude no es una herramienta de costura. En realidad, hace referencia a una característica arquitectónica común en las antiguas ciudades del Medio Oriente: la puerta de entrada. Estas imponentes puertas solían estar compuestas por dos hojas grandes y una puerta más pequeña llamada «ojo de aguja«, destinada exclusivamente al paso de peatones.

Imaginen el escenario: las grandes puertas de la ciudad cerradas, un camello cargado de mercancías intentando pasar por el estrecho espacio del «ojo de aguja». Esta tarea no solo era difícil, sino prácticamente imposible sin despojarse de la carga y obligar al camello a doblar sus patas y cuello.

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Mateo 19:24 ojo de aguja

El proceso, lleno de dificultades y raspones, simboliza la necesidad de desapego y humildad para acceder al reino de Dios.

La enseñanza de Jesús no era excluyente ni imposible para los ricos, como a menudo se malinterpreta. Más bien, era una llamada a la humildad y la obediencia, independientemente del estatus socioeconómico. Tanto ricos como pobres deben despojarse de sus cargas terrenales, doblar sus cuellos en sumisión y reconocer a Dios como el único camino hacia la salvación.

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Esta interpretación desafía la noción convencional de que la riqueza o la pobreza son determinantes para la salvación. En cambio, resalta la importancia de la disposición individual para seguir a Dios con humildad y obediencia. La entrada al reino de Dios es estrecha, pero accesible para aquellos que están dispuestos a someterse a la voluntad divina, independientemente de su posición en la sociedad.

En conclusión, la parábola de la «aguja» de Mateo 19:24 trasciende su interpretación superficial, recordándonos que la verdadera riqueza está en la humildad y la obediencia ante Dios.

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